Los plátanos tienen menos humedad que casi cualquier otra fruta fresca... aproximadamente 75 por ciento. Y también tienen más azúcar que la mayor parte de las otras frutas frescas... aproximadamente 20 por ciento. Por lo tanto pueden ocupar el lugar de alimentos más sustanciosos y no solo servir de postre. Los que quieran bajar de peso o necesiten vigilar su peso bien podrían tratar de comer unos cuantos plátanos y beber un vaso de leche en vez de una comida regular.
Especialmente esas personas harían bien en dejar que los plátanos ocuparan el lugar de los postres o los piscolabis entre las comidas o los bocados ya muy de noche.
Los plátanos son ricos en vitaminas A, B y C. De hecho, según algunas autoridades, tienen tanta vitamina C que para los niñitos a menudo los plátanos pueden ser una fuente principal de esta vitamina. En cuanto a los minerales, los plátanos tienen cantidades notables de calcio, cobre, hierro, magnesio, fósforo y azufre. Los plátanos también tienen el poder de ayudar a la regeneración de la hemoglobina en los glóbulos rojos.
Debido a su bajo contenido de proteínas, los plátanos se recomiendan para los que padecen de desorden de los riñones. Cuando los plátanos están completamente maduros su almidón se convierte en fructosa, y por eso se recomiendan para los diabéticos que no pueden tolerar azúcar de caña o de remolacha (sacarosa). Se ha descubierto que los plátanos son provechosos en muchos casos de úlceras pépticas. Extraño como parezca, los plátanos son alimento para los que tienen sobrepeso y para los que no han alcanzado el peso normal, pues ayudan a corregir ambas condiciones, así como ayudan a remediar tanto la diarrea como el estreñimiento.